¡Ouch! ¡Ay, disculpa!

Historia de la Magia era su materia favorita, y la tomaba con gusto, por supuesto... pero le estaba dando muchísimo trabajo, más del esperado. Ni siquiera la necesitaba para sus EXTASIS, la tomaba sólo porque le gustaba... pero tenía que reconocer que estaba pensando seriamente en dejarla. Ya ni siquiera su pensamiento inicial de “puedo excusar mi escasa vida social con estar muy ocupada” servía para consolarla, si quería ser sanadora debía concentrarse en las materias que de verdad necesitaba, no en esta...

El punto era que había terminado de escribir el eterno pergamino que le habían pedido en clases, por fin. Ya, era para dentro de dos semanas... ¿y qué? A ella, en su fanatismo, le gustaba adelantar tarea, era más cómodo y le dejaba más tiempo para estudiar por su cuenta.

Los últimos retoques de su tarea los había estado haciendo en la Sala Común con una pila de libros a su lado y un montón de ruido hecho por sus compañeros de casa, nada demasiado agradable. Ahora cargaba su pila de libros entre sus enclenques brazos para devolverlos a la biblioteca. Le había costado bastante salir de la torre de Ravenclaw sin tirar ningún libro... no estaba segura de poder llegar igual de salva a la biblioteca.

Mientras subía hacia el cuarto piso unos niños de primer año pasaron corriendo por su lado, se salvó por poco de perder el inestable equilibrio en cual se mantenía. Les dirigió una miradita cansada mientras suspiraba y seguía subiendo las escaleras... sí, continuar caminando mientras estás mirando a otro lado nunca es una buena idea (especialmente cuando se trata de escaleras), uno supondría que alguien tan inteligente como Isis Frandsen sabría eso... pero aún así lo hizo. Chocó contra Dios sabrá quién, el impulso estuvo a punto de tirarla rodando escaleras abajo y lo hubiera hecho de no ser porque la Ravenclaw soltó todos sus libros (que cayeron a los pies de la persona con quien acababa de chocar) para sostenerse del barandal de la escalera con todas sus fuerzas. –¡Ay! –Musitó, intentando recuperar el equilibrio. Decir que su rostro estaba rojo sería quedarse corto.

Cuando ya pudo sostenerse en pie se dispuso a hacer lo que mejor hacía: disculparse de la forma más atropellada e incómoda posible. –Ehmm... yo... ayperdónamelosientomuchonoestabamirandopordóndeiba –Balbuceó, mirando al piso, a una velocidad que hacía que fuese prácticamente imposible entenderla. –Yo... disculpa, v-voy a... voy a recoger esto... y... ehmm... disculpa... otra vez.

Probablemente la ‘conversación’ hubiese ido de forma bastante distinta si Frandsen hubiese levantado la mirada y se hubiese dado cuenta de que había chocado con Remus Lupin, su amigo, pero no lo había hecho. Ahora, en cambio, estaba inclinada intentado recoger rápidamente (y de forma bastante torpe debido a los nervios, vale decir) todos los libros que prácticamente le había tirado encima al pobre Gryffindor.

Consultó uno de los relojes que colgaban en los pasillos. Todavía tenía tiempo, le había prometido a Amber visitarla antes de que se diera el último aviso para ir a las Salas Comunes; estaba feliz, su corazón latía con tanta fuerza como nunca en su vida, y aunque aceptaba que estar cerca de Amber le ponía nervioso y aún no se adaptaba completamente a convivir tanto con una chica, lo estaba disfrutando en demasía.

-Chicos los veo después, y Canuto ya deja al pobre de Peter ¡Por las Barbas de Merlín!- sus amigos jamás dejarían de comportarse de esa forma tan infantil cuando estaban juntos, pero eso le parecía bien, era la esencia que distinguía a los merodeadores y algo de lo que se sentía orgulloso; además ellos le habían demostrado total fidelidad durante las vacaciones. Lo sabían, sabían lo de su condición y aún así no le habían dado la espalda, sino lo contrario le apoyaron de tal manera que Remus rompió en llanto una vez que afrontó la verdad frente a ellos.

Dobló en el último pasillo, cambiando de dirección; su destino era la Torre de Astronomía, quería darle una pequeña sorpresa a su novia y qué mejor que pasar una tarde contemplando las estrellas antes de ir a dormir. Y estaba tan distraido en sus pensamientos que cuando chocó con alguien, casi pierde el equilibrio y cae rodando por las escaleras. Para su fortuna logró agarrarse del barandal, pero a pesar de eso sintió cómo un gran peso de libros caía sobre sus pies, golpeándolo en el encuentro. -Ouch- se quejó de dolor, pero después notó quién había sido la persona que había chocado con él minutos antes. -Isis ¿Te encuentras bien?- preguntó un poco preocupado, mientras se agachaba y empezaba a recoger todos los libros de su amiga.