Anya Sigrid Praver

Ella, es ante todo, meramente extraña. Merlín, que el sombrero seleccionador se había equivocado de casa. ¿Slytherin, ella? No tenía astucia, o era ambiciosa. Tal vez el ingenio, pero nada más. Quitando la equivocación por parte del sombrero, Anya es demasiado quisquillosa para su gusto. Demasiado tímida. No es una persona que confíe muy rápido en las personas. Le gusta mucho, pasar su tiempo leyendo. Pero detesta la biblioteca. Ella asegura que «no existe peor lugar para estudiar». Tampoco es excéntrica, ni divertida (o al menos no se considera así) y siempre piensa antes de actuar. Le gusta visistar a los elfos domésticos, comer panquecitos, leer novelas del mundo muggle, y adora las ranas de chocolate. Es inteligente, aunque detesta hacerse notar por sus méritos académicos. La mayor parte del tiempo está sola, y aunque no le guste, es relajante apartarse de todos los Slytherins por un momento. No busca la pureza de la sangre. Detesta la hipocrecía y la vanidad.

Algo que nunca le agradó de ella, fue ser demasiado honesta. Con ella misma, con los demás, con sus padres. Muchas de esas veces resulta inconsiente de lo que dice, y por eso algunas personas le tienen un trato de arrogancia. A pesar de que la mitad de los alumnos de su casa la odian, tiene el rasgo de carisma. Ella no odia a nadie, lo único que quiere es que ese maldito sombrero se arrepienta de haberla mandado a la casa incorrecta.

El matrimonio entre Cassy Alstreim y Thomas Praver ya estaba anunciado desde antes que Anya pudiese llegar al mundo. Un matrimionio con comprimosos méramente familiares. Una unión entre dos familias que eran diferentes, pero eran sangrelimpia. Así, Anya llegó como la primera hija del matrimionio. La única hija. Por más que sus padres intentaron tener otro hijo, les era imposible. Ella vivió su infancia completamente. No hubo traumas por muertes de familiares, batallas épicas o falta de figuras paternas. Su madre, funcionaria del Ministerio de Magia, le enseñó todo lo que sabía, y le dió más allá de lo que Anya quería. Su padre, que también era un funcionario del Minisrerio, le otorgó toda su atención ya que era hija única.

El que sus padres fuesen asociados a un grupo de magos y brujas que practicaban la magia oscura, solo dificultó las cosas para ella. Pronto todo se volvió irreal. Cayó en la cuenta de que su casa funcionaba como escondite de magos tenebrosos, y que, lamentablemente, sus padres tenían esa expectativa de vida hacia ella.

A pesar de eso, Anya vivía en un mundo de hadas. Donde todo era perfecto, y podía tener lo que quisiera. Se olvidaba a momentos de la realidad, y prefería esconderse bajo los retazos de historias que su madre le solía contar. Creció, y con el tiempo aprendió que el dinero no puede comprar la felicidad misma. Comenzó a ser más honesta consigo misma, y a olvidar esos cuentos de hadas, de magos famosos y leyendas mágicas que durante años alimentaron a su mente.

La llegada de la carta de Hogwarts era predecible. Su padre estudió allí, al igual que su madre, y ambos asistieron también a la casa de Salazar Slytherin. Como si fuese un patrón repitiéndose, Anya estudió todas las asignaturas que llevaba su madre en época de estudiante. Entre ellas, destacó varios TIMO's con Extraordinario o Supera las Expectativas. Cursando su último año, no sabe que es lo que le espera en un futuro cercano. Tal vez, pueda regresar a esos cuentos de hada... al menos una vez.