No fue el pay de limón

Los primeros días de cada mes eran fatales: Mareos, debilidad, y poca concetración en clases, por lo que no era novedad para la Sra. Promfey el tener que estar cuidando al joven Lupin una vez más -Toma un poco de esto Remus, seguro en un par de minutos te sentirás mejor. ¿No consigue mejorar con el paso de los años cierto?- Lupin se limitó a negar levemente y bajó un poco su mirada. En ocasiones como esas le entristecía enormemente no poder ser 'como los demás' tener que siempre estar al pendiente de los calendarios lunares, porque como si los deberes que les ponían no fueran suficientes, él tenía mejores cosas que realizar.

Se preguntaba dónde estaría Amber, le había dicho que los primeros días de cada mes se encerraba en Biblioteca para estudiar el temario mensual -pequeña mentira piadosa- lo que menos quería era preocupar a su novia, no después de haber pensado muy seriamente el dar el sí a la relación y que para su fortuna, cada día parecía enamorarse más.

Pero de pronto, la voz de Amber pareció resonar en la habitación. ¿Qué? ¿Amber se encontraba en la enfermería? ¿Qué le había pasado? Como pudo, se levantó y caminó un par de metros hacia donde se encontraba la chica, pero una vez que estuvo lo suficientemente cerca, perdió el equilibrio y cayó justo a un lado de ella. -¿Estás bien?- preguntó, aunque obviamente la pregunta debería ser para sí mismo antes que para los demás.

Aún no recobrababa el conocimiento al cien por ciento, por lo que la voz de Amber le parecía sumamente lejana. Trató de reincorporarse pero el tranquilizante que le habían dado minutos antes, parecía estar surtiendo efecto. -Amber, no importa cómo esté yo, lo importante aquí eres tú mi vida. ¿Está todo bien? ¿Qué te ha pasado?- preguntó en un hilo de voz casi imperceptible, necesitaba saber que su novia se encontraba a la perfección, así y sólo así podría entonces descansar y ya después platicarle -parte de la verdad- con calma.

-Me mareé un poco, supongo que no debo dedicarle tanto empeño al estudio, pero ya lo traigo en la sangre- quiso hacer un intento de broma, pero todo intento fue fallido. ¿Qué debía decir ahora? Que estaba ahí debido a los estragos que causaban sus transformaciones lobunas, que era un monstruo y que no podía estar cerca de ella ni los días últimos de luna y mucho menos los días que le seguían, no quería que sintiera lástima por él, y mucho menos que se preocupara. No podría vivir con eso.

-Pero Madame Promfey ya se encargó de mi, me dio una buena medicina, para mañana estaré como nuevo, no te preocupes- se precipitó a decir, y de inmediato comenzó a pensar en alguna forma de distraer a Amber. -No han anunciado nada sobre Halloween ¿cierto?- sí, había sido lo mejor que había venido a su mente.

Sintió cómo Amber se levantaba de la camilla más no hizo esfuerzo para detenerle, y no había sido porque no hubiese querido, simplemente sus fuerzas no le respondían en aquellos momentos. -¿Malestar estomacal? Deberemos ir a hablar con los elfos, igual y algo está pasando en las cocinas....- dijo medio en broma, medio serio, que si todo había sido causado por alguna intoxicación él mismo revisaría los alimentos que se procesaban en la Cocina escolar.

Negó levemente mientras seguía escuchando a Amber. -No tengo apetito, lo único que necesito en estos casos es chocolate, ¿sabías que sus propiedades me ayudan en éstos casos?- y no diría nada más, que podía ser arriesgado, además Amber no era como cualquier chica, era una mujer inteligente y si una de sus mentiras salía mal, todo el teatro que se había estado montando se iría por la borda y el único perjudicado sería él.

Sonrió levemente cuando escuchó el ultimo comentario de la Gryffindor. -Sí bueno, pero el tiempo pasa volando, además será nuestro primer baile como pareja, debemos ir disfrazados de algo similar. ¿Ideas?- dijo insistiendo en el tema, seguro que lograba que Amber se interesara rápido y sólo así dejara de preocuparse por él. Al menos, lo intentaría.

Sonrió de costado. Esta sonrisa si fue más sincera, se relajó un poco al ver como su novio se esforzaba por mantener una conversación a pesar de su estado, lo adoraba por ser así, siempre tan caballeroso y tierno, no sabía ni como había hecho para que le hiciera caso, por eso mismo planeaba nunca dejarlo ir, siempre esforzarse para que él estuviera feliz a su lado. –Cariño, no es necesario- Le detuvo antes que divagara –Comí Pay de limón, supongo que fue eso- Y es que, una de las cosas que mas adoraba –además de Remus- era el Pay de Limón, había comido una cantidad exagerada en la cena del día anterior.

-Te traeré unos- Dijo más animada escuchándolo hablar del chocolate. –No se si me estás chantajeando con eso del chocolate o no, pero te traeré unos, en cuanto me den algo para el dolor de estómago- Que claro que no había olvidado eso, por supuesto.

Amber era bastante lista, y ningún comentario pasaba desapercibido para ella ‘¿En estos casos?’ Se preguntó en la mente, pensativa, luego se encogió de hombros y rió. –Cierto ¡Va a ser nuestro primer baile!- Casi como una niña elevó la voz emocionada, pero fue reprendida con un “SHHHHH!” de la enfermera –Lo siento- murmuró apenada –Hay que pensar bien de que nos disfrazaremos, quiero ser princesa- Optó por decir lo primero que le viniera a la mente –Aunque quiero que mi príncipe esté sano antes del baile, si no hay príncipe no habrá princesa y punto- Que si necesitaba quedarse a cuidarlo, no dudaría en hacerlo.

Así que el responsable de todo había sido un dichoso pay de limón. Remus no era fanático de los postres, en realidad, quitando el chocolate, todo lo demás le producía dolor de cabeza, por lo que prefería evitarlos, solo en ocasiones muy importantes -como su cumpleaños por ejemplo- se permitía comer un pedazo de pastel -y de Chocolate debía ser- por lo que negó levemente y después agregó en otro hilo de voz -Debes cuidar tu alimentación amor- y colocó su mano junto con lo de Amber, ¡la amaba!

Sonrió de nueva cuenta al escuchar si todo se trataba de un chantaje, lo había pensado como opción pero no, todo era verídico, el chocolate siempre le había ayudado a reponer energías después de su 'pequeño problema' y un para de ellos, no le vendrían nada mal.

El brillo en los ojos de Amber era innegable, estaba emocionada y amaba verla de esa forma. Soltó una pequeña risa ante su reacción y después trató de ponerse serio -¿Princesa? ¿En serio? Yo tenía pensado que tú te disfrazarías de una pirata sexy yo sería un capitán apuesto.... - e hizo una leve pausa -Jajaja, no es cierto, es broma. Si tú quieres ir de princesa, entonces seré tu lacayo. ¿Aceptas?- continuó bromeando un poco, pero de pronto se quejó de un brazo. El rasguño que se había hecho hace tres días había abierto de nuevo y empezaba a sangrar. Ahora sí, estaba frito.

-Lo sé, pero es que el Pay de Limón es tan delicioso- Exclamó como si no hubiera mejor manjar que el dichoso Pay que la había llevado a la enfermería. Por raro que pareciera, Amber poseía un gran apetito, comparado con las demás chicas que cuidaban su dieta y esas cosas, prefería disfrutar de los pasteles y postres antes que abstenerse a comer a algo. Evitar comer cualquier cosa la ponía de mal humor, estrechó la mano de Remus y ladeó un poco el rostro.

-¿Pirata sexy?- Frunció el entrecejo y sonrió –Creo que últimamente Sirius ha influido lo bastante en ti como para pedirme eso- Era divertido pensar que podía vestirse de pirata sexy y tener un capitán –Aunque no suena tan mal- Frunció un poco los labios y elevó la mirada imaginándose los disfraces aunque su mente no pudo divagar demasiado porque Remus había comenzado a quejarse del brazo -¿Qué sucede? El vendaje de tu brazo, tiene sangre Remus. ¿Quieres decirme que fue lo que realmente te pasó?- Insistió luego y buscó a la enfermera con la mirada -¡Madame Pomfrey, Remus está sangrando!-.

Esperaba que no fuese algo grave, estaba molesta ¿Porqué Remus no le mencionó la herida en su brazo?.

Quizá Amber tenía razón, quizá la influencia de sus amigos en su vida empezaba a reflejarse de forma espontánea. Pero no le preocupaba, Sirius y James tenían buenas cualidades que les hacían únicos y especiales. -Deberías decírle a Sirius eso y esperar ver su rostro. ¡Seguro hasta saca una lágrima! Misión Cumplida después de todo- y volvió a sonreir, Remus había madurado, había dejado atrás a ese niño tímido y antisocial que -por muchos años- había sido, y se sentía orgulloso de quién era, no podía pedir más, tenía amigos valiosísimos, una novia que le quería y sus notas no podían estar mejor. ¿Había un problema?

Lamentablemente sí. -Es una pequeña herida, aunque es un poco profunda. Madame Promfey ya me atendió, pero supongo que en el movimiento brusco del brazo, volvió a abrir- dijo manteniendo un poco el dolor que emanaba de su brazo. Madame Promfey -quien había sido llamada por Amber minutos atrás- acudió de inmediato. -Le dije que mantuviera el reposo joven Lupin, ahora déjeme ver ese brazo una vez más- le dijo en tono autoritario pero cálido. Inspeccionó el brazo, y quitó la venda, dejando al descubierta la herida, sangraba, incluso más que en un principio. Madame Promfey fue por unas gasas y limpió con cuidado y después agregó una especie de polvo en la herida e hizo un pequeño movimiento de varita. La herida estaba cocida, una vez más. -Gracias, y sí fue mi error- dijo Lupin disculpándose.

Notó el horror en el rostro de Amber y le sonrió, tratando de tranquilizarle. -¿Por dónde debería empezar?- preguntó finalmente, aunque él más que nadie, conocía la respuesta.

Le sonrió con algo de preocupación mientras veía como Madame Pomfrey curaba sus heridas –Ciertamente no puedo decirte que me enorgullece que algunas actitudes de Sirius se te peguen ¿Sabes? El es algo… - No encontraba un buen adjetivo para Sirius, le caía bien, bastante en realidad, y sus travesuras le causaban bastante gracia, pero si quería a Remus era por su manera de ser, auténtico y natural – diferente a ti, no me malinterpretes, pero prefiero que seas tu y solo tu- Se rió suavemente mientras trataba de observar la herida del brazo de Remus, aunque para su fortuna –no le gustaba ver sangre- La enfermera cubría la mayoría de la herida con el cuerpo, así que no le dejaba ver.

-Que horror- Exclamó tapándose la boca con una de sus manos, ella era bastante sensible con eso de la sangre y las heridas –Madame Pomfrey ¿Se va a poner bien?- Preguntó en tono preocupado a lo que la enfermera respondió asintiendo, alegando que solo necesitaba reposo y no hacer movimientos bruscos o la herida volvería a abrirse. Después de que Amber le agradeciera, la enfermera se retiró y Amber volvió a tomar asiento al lado de su novio.

-Por el principio, me gustaría- Dijo acariciando la mejilla de su novio. Había olvidado por completo -o al menos casi por completo- su malestar estomacal –De verdad necesito que me expliques como puedes hacerte una herida de ese tipo ‘estando en la biblioteca’- Y enarcó una ceja.

Agradeció infinitamente la respuesta de Amber, el saber que alguien te quería por ser exactamente como eras, no tenía precio. Él siempre se había considerado poco afortunado en asuntos del corazón, pero Amber le había enseñado a no temer, a arriesgarse y sobre todo a conocer ese sentimiento tan genuino que era conocido como el amor. -Gracias- dijo casi imperceptiblemente mientras se acomodaba un poco. Apoyándose en sus codos logró reposar su espalda sobre la pared de la camilla y después giró de nuevo su mirada con la de Amber, ella no se merecía esto, no se merecía que le mintiese de la forma en que últimamente había optado como 'la más conveniente' pero.. ¿Y si le decía toda la verdad? Seguramente entraría en un estado de shock, posiblemente hasta le dejaría de hablar y daría por terminada su relación.

¿Debía arriesgarse a perderla? Sería muy duro, pero no podía mentirle más. No más. -Mira Amber, la verdad es que no he estado en la Biblioteca todo este tiempo, en realidad yo ehm- empezó a cortar palabras y cada vez se le dificultaba más el hablar -En realidad yo tengo una enfermedad- ¿Podría considerar su problema con la luna llena como una enfermedad? Más bien era una maldición con la que estaba destinado a cargar por el resto de sus días. -Y por esa misma enfermedad me costó muchísimo trabajo el aceptar nuestra relación. Yo soy peligro Amber, y para ser sinceros, ni yo mismo conozco el límite de esa peligrosidad...- bajó su mirada. Había llegado el momento de hablar.

Remus se encontraba en uno de esos momentos en que no sabías qué decir para no herir a la otra persona. Encontrar las palabras adecuadas harían el proceso más sencillo, pero encontrarlas no era tarea fácil. Respiró profundamente, sintiendo cómo sus pulmones se iban llenando de aire, lo que le permitía ir relajando un poco los músculos. -Amber, es más complejo que eso, y no... no es contagiosa- dijo en tono de voz frío. Seguía con la mirada en el suelo, y esperó a que no se escuchara ruido alguno en la enfermería. Madame Promfey conocía su condición, pero eso no significaba que los demás tuvieran que enterarse. -Verás. ¿Qué sucedería si te digo que no soy lo que tú crees que soy? ¿Qué sucedería si te digo que dentro de mí existe un ser irracional, despectivo y que su única finalidad en el mundo es la destrucción? ¿Me seguirías queriendo igual? ¿Tendrías lástima por mi? ¿Me etiquetarías como un loco? ¿O simplemente te alejarías? - él también tenía muchas preguntas que hacerle, y en su interior rogaba con que esta conversación diera a su fin.

Pero tenía que enfrentar la realidad. Y estaba dispuesto a hacerlo. -Te ves confundida, y no te juzgo, si yo estuviera en tu lugar, creo que estaría peor. Hace mucho tiempo, cuando era pequeño, me encontraba jugando fuera de casa, como sabes fui hijo único, por lo que mis padres me dedicaron cuerpo y alma. Mis padres...- cerró ambas manos en señal de impotencia, no les guardaba rencor, pero tampoco podía decir que les echaba de menos. -Era un día como cualquier otro, solo con una pequeña diferencia, ese día sucedería algo que cambiaría el destino de mi vida por siempre Amber. ¿Conoces cómo nacen los hombre lobo?- y finalizó, fijando su mirada en Amber, quería ver si había algún indicio de miedo, con esa información era más que suficiente para que su novia se diera cuenta de lo que sucedía, ahora venía lo interesante.

¿Qué haría Amber al respecto?

-Y por obvias razones, no te lo había dicho- volvió a decir, guardando silencio, dispuesto a escuchar lo que Amber tuviera que decir, y si no lo hacia y se marchaba, también lo entendería, pero se sentía liberado, como si un gran peso le hubiese sido retirado. ¿El amor sería suficiente?

Cada cosa que Remus decía comenzaba a confundirla aún más, Remus estaba dándole muchas vueltas al asunto, se estaba saltando lo importante, seguro porque no sabía como decirlo, y eso rectificaba que era un asunto bastante grave, que el primer lugar de Gryffindor no supiera como explicar algo ya era como para escandalizarse. –Es que no lo entiendo. ¿Acaso estás insinuando que tengo que juzgarte o algo así? Amor, no te puedo creer lo que me estás diciendo ¿Dices que vive una criatura destructiva dentro de mi? Eh, yo, simplemente estoy confundida- Todavía no terminaba de procesar toda la información, necesitaba ordenar todos los datos que su novio iba soltando porque si no comenzaría a marearse.

Y cuando lo escuchó decir lo último simplemente permaneció callada, por supuesto, ahora cuadraba todo, porqué lo del chocolate, porqué de sus escapadas nocturnas con los merodeadores, porqué de sus encierros en la ‘biblioteca’ de varios días, de sus faltas a algunas clases y su aspecto demacrado después de las lunas llenas, porqué de su distanciamiento y porqué del pánico que el merodeador dorado había demostrado cuando Amber le confesó lo que sentía por él. Ahora caía en cuenta, ahora entendía todo…

De todas las situaciones en las que Amber se hubiese imaginado estar, definitivamente esa no era una de aquellas, en lo particular no era normal que una chica se imaginara que su novio le confesaría que era un licántropo ¿Qué clase de novia se imaginaba eso? Pero no lo juzgaba ya que Remus no tenía nada de culpa por su estado, no había sido algo que él hubiese querido ser por su voluntad. –¿Es… es enserio?- Aun incrédula se mantenía con la idea de que probablemente ese era un sueño, que en cualquier momento iba a despertar en su habitación, agitada por la sorpresa de aquella noticia. No era un sueño, su corazón golpeaba muy fuerte, se levantó de la camilla y caminó un par de pasos sin alejarse demasiado de Remus, se cruzó de brazos y bajó la mirada pensativa –Amor tu sabes, tu sabes que te acepto tal y como eres, te acepto bajo cualquier condición, mi pregunta es ¿Qué esperabas de mi al decirme esto? ¿Creíste que saldría corriendo? Sólo necesito procesar la información, necesito digerir la noticia, no es fácil ¿Sabes?...- Definitivamente no era fácil.

El rostro de confusión de Amber le hacía sentir miserable, no había tenido el valor de decir las cosas de frente, y había optado por ir lanzando especie de pistas para que ella sola llegara a la conclusión. La primer pregunta aturdió un poco a Remus, ciertamente no se la esperaba. -Lamentablemente sí, quisiera decirte que todo se trata de una broma o de un simple sueño, que cuando despiertes todo volverá a la normalidad pero no, no es así Amber. Fui condenado a ser un licántropo desde que tengo uso de razón...- hizo una leve pausa, los recuerdos le hacían daño, sin importar que el paso de los años le había fortalezido.

Sintió cómo Amber se ponía de pie: Lo había supuesto todo el tiempo, ahora se marcharía. Lo entendía; pero cuál fue su sorpresa cuando observó que Amber volvía a dirigir sus palabras hacia él. ¿Qué? ¿A caso era él el que estaba soñando ahora? ¿Amber lo había aceptado simplemente así? -Pero Amber... sí, entiendo- dijo cuando escuchó lo último que la Gryffindor emanaba de sus labios. -No te quiero presionar bajo ningún motivo, si sientes que no vas a poder con esto házmelo saber, te amo mucho como para hacerte sufrir ¿Vale?- le dijo dedicándole una sonrisa de medio costado y tomando las manos de su novia instantes después.

-La verdad sí esperaba que huyeras, o simplemente un rechazo de tu parte. Si mis padres lo hicieron, quién no lo haría...- sus amigos no lo habían hecho, sus hermanos del alma, que sin ellos no sabría qué hubiese sido de su fortuna. Sirius, James hasta el mismo Peter se habían portado de forma maravillosa con él, y tras descubrir el sacrifico que habían hecho por él, se habían hecho inseparables -más que nunca- Gracias- volvió a decir. Y después se quejó otra vez del dolor. -Madame Promfey- elevó su voz lo más que pudo.

Imaginaba como habría sido de difícil la vida de Remus, para empezar, su inseguridad al convivir con las demás personas y el temor a dañarlas sin querer cada que perdiese el control al llegar la luna llena, parecía algo increíble, como salido directamente de una novela muggle, jugando con sus dedos, algo inquieta desvió la mirada, por alguna razón el clima se sentía extraño en aquella habitación, todo se había vuelto más silencioso, incluso ya no escuchaba tan alta la radio que Madame Pomfrey sintonizaba cada tarde. –Pero no estás condenado a estar solo por siempre Remus, me tienes a mi- Volteó a mirarlo con una sonrisa pequeña.

-Es tan raro, aun no logro hacerme a la idea, creo que si te llego a ver en luna llena no sabría que pasaría- No sabría como reaccionaría ante ello, no sabía si le huiría o si le temería, ¿Pero como temerle? Verlo ahí, en la camilla con esa expresión tan amable, tan sencilla y tierna, cada vez que lo miraba así quería acariciar su rostro y besarlo por un largo rato, ya no imaginaba su vida sin él.

-Tratándose de ti, me esforzaría en hacer cualquier cosa, me conoces bien- Le dijo sujetando las manos del chico y besando una de ellas con calma. –Tu sabes que yo no soy tan normal, estoy algo loca- Bromeó con media sonrisa para luego mostrar un semblante preocupado -¿Estas bien? ¿Amor?- Vio que la enfermera se acercaba nuevamente, y a ella aun le dolía el estómago aunque ahora también se sentía mareada con todo eso que Remus le había explicado.

La voz de Amber seguía lejana para él, agradecía tener una novia tan comprensiva, y debía sentirse como el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra. -No te preocupes Amber, jamás permitiré que te expongas, Sirius y los demás se arriesgan lo suficiente como para que tú también lo hagas. Sólo quería que lo supieras, no quiero que existan mentiras ni secretos entre nosotros. ¿Me entiendes?- dijo forzando un poco su voz para que pudiera escucharse mejor.

Madame Promfey no demoró en llegar hasta donde Remus se encontraba. Con su paso apacible pidió a Amber hacerse a un lado mientras ésta inspeccionaba al joven Lupin. Le tomó la presión cardiaca y notó que estaba sobre la media. Frunció levemente el entrecejo. Hizo un par de anotaciones en su libreta y tocó la frente de Remus. Lupin se sentía mal, los mareos habían vuelto y con ello la debilidad. Abrió sus ojos y los fijó en Amber como si con ello quisiera comunicarle algo, pero le fue imposible articular palabra alguna, volvió a cerrar los ojos y esta vez fue Madame Promfey la que habló: -Señorita Rusbridge, su estancia en este lugar ya no le será permitia el día de hoy, yo no sé lo que habrá pasado pero el joven Lupin no está en condiciones de seguir con esta conversación, así que si me permite, será mejor que regrese a su Sala Común. Tome estas pastillas para su dolor de estómago, en media hora habrá desparecido- y miró de forma fulminante a Amber, esperando que ésta... emprendiera el paso.

No sabía en que momento se había enamorado tanto de él, que jamás querría dejarlo solo. Asintió suavemente aunque ya no pudo responder a sus palabras pues Madame Pomfrey ya se había acercado hacia donde Remus estaba, Amber se movió hacia un lado y dejó que la enfermera atendiera al merodeador. Insistente en mirar que era lo que escribía en su libretita Amber hizo lo posible por leer que era lo que la enfermera anotó, pero lamentablemente no alcanzó a leer nada.

Frunció el entrecejo y después volvió a mirar a Madame Pomfrey –Pero es que yo no…- Hizo una pausa, Remus debía descansar así que obedeció sin poder alegar nada -¿Puedo volver a verlo mañana?- Le preguntó a la enfermera, ella no parecía muy convencida así que permaneció en silencio, Amber sobre entendió el mensaje, de todas maneras volvería al siguiente día aunque a la enfermera no le gustara.

Simplemente tomó las pastillas que le entregaba y se giró, no sin antes darle un beso en la frente a su novio y susurrarle al oído –Te veré mañana, amor, descansa- dio media vuelta, dirigiéndose a la salida de la enfermería ¿Ahora que se supone que debía hacer?. Tenía que buscar a Sirius, y hablar.