Encontrándose con el mismo demonio.

Necesitaba verle. ¿Por qué? Quizás porque su corazón había ganado la batalla campal contra su cerebro y ahora le forzaba a ir con dirección a la mismísima boca del lobo, traducida en términos coloquiales como las: Mazmorras. No había marcha atrás, había pasado cerca de una semana desde la última vez que había tenido contacto físico y visual con Andrómeda, con físico no pasó a nada más que un roce de manos cuando ambos se disponían a tomar el último libro de Herbología que necesitaban para los deberes de la semana siguiente, pero después de ahí ¡Nada! parecía como si la tierra se la hubiese tragado y no hubiesde dejado ni el mínimo rastro de ella.

Decidió ponerse en marcha, al mal paso debía dársele prisa, sobre todo si quería salir invicto de esta, porque una cosa era ser valiente y otra muy distinta era pasar como un reverendo idiota al quererse enfrentar por sí mismo a una bola de brabucones Slytherin. Eran pasadas las seis de la tarde, pronto anunciarían la hora de la cena, por lo que cada minuto que transcurría valía oro, se apresuró lo más que pudo y casí lo conseguía, casí lograba colarse hacía la Sala de las serpientes cuando una voz -no tan querida para él- llamó su nombre.

Demonios, estaba en problemas. Bellatrix.

-¡Por Salazar, Rodolphus que ridículo!- Y soltó una carcajada llena de veneno. Sinceramente Rodolphus le divertía, le parecía algo soso, quizá bobo, porque no había quien sorprendiese a Bellatrix lo suficiente como para provocarle aquel sentimiento de ‘respeto’. Era fácil, si no eras lo suficiente maligno o poderoso no eras nadie, y al par de Lestrange les faltaba un poco de las dos cosas. Se cubrió con la túnica y se guardó la varita en el bolsillo no sin antes negar con la cabeza y darse media vuelta, airosa, elegante, siempre cautivando a los presentes, por su belleza o su maldad, pero igual les atrapaba.

Salió de la sala común, ciertamente estaba aburrida de lo mismo siempre, plática de impuros, plática de mestizos, no había muchas cosas buenas por hablar, la única compañía que en ocasiones valía la pena era la de Severus, tristemente era un ñoño de primera y seguro estaba mas ocupado inventando alimento para acromantulas o alguna cosa así, bastante típicas de él.

A lo lejos vio una silueta, no le reconoció al principio pero después no pudo evitar mostrar una sonrisa tenebrosa ¿Era su día de suerte? Estaba en un dilema, no podía admitir que encontrarse con un tejón era algo bueno, pero es que Tonks verdaderamente le divertía –A la vez le enojaba pero más le divertía.

-¿Tonks?! NO! ¿De verdad?- Preguntó acercándose a él casi bailando de la felicidad -¿Qué nos hace disfrutar de tu presencia el día de hoy? ¿El clima?- Preguntó atravesándose en su camino -¿Andrómeda quizá?-.

Era de esperarse que Tonks se enamorara de su hermana y Bellatrix lo presentía, no era normal que pasara tanto tiempo junto a ese sucio Hufflepuff, y eso era algo de lo que no se podía tomar el riesgo, es decir, no quería humillarse ¿Qué diría la gente si Andrómeda se liara con un sangre sucia? Un escalofrío recorrió el cuerpo de la morena de tan solo pensar en ello –oh por favor, crees que me voy a tragar el cuento de que tu y ella sólo son ‘amigos’ Eso no existe, Tonks- No le creía, aunque deseaba que las palabras del tejón fuese verdad.

-Rodolphus es solo un poco de diversión extra, a veces me aburre, pero nadie ha fijado un límite de cuantos esclavos puedo tener, me agrada la idea tanto como a ti el salir con mi hermanita, la diferencia es que mis metas si se pueden cumplir- Explicó con total calma, aunque sinceramente sabía que estaba gastando saliva innecesaria, con el cerebro tan cerrado que Tonks manejaba apenas y podía responder a frases de cinco palabras de seguro.

Bellatrix mostró un puchero y colocó las manos detrás de ella demostrando un gesto de fingida inocencia, negó suavemente con la cabeza en respuesta a si había visto a Andrómeda. Claro que la había visto, estaban en la misma sala común, pero él no tenía porque saberlo. –Debe estar por la sala común- Dijo corriéndose a un lado para dejar que Tonks pasara, sólo esperaba a que le diera la espalda para lanzarle algún buen hechizo, disimuladamente deslizó su mano hacia su bolsillo tocando con la yema de los dedos la varita.